Introducción
Hace un tiempo escuché que un
niño caminaba por la playa y encontró unas piedrecillas brillantes que llamaron
su atención, y comenzó a divertirse tirándolas al mar y viendo como saltaban
entre las olas. Al llegar a su casa le mostró a su mamá las últimas 2
piedrecillas brillantes que le quedaban. La madre reconoció de inmediato que
se trataba de diamantes, que su hijo en su inocencia había arrojado al mar.
La aplicación es que la mayoría
de nosotros nos comportamos con semejante ignorancia que ralla en lo infantil,
cuando a lo largo de la playa de la vida encontramos verdaderos diamantes, los
cuales, en lugar de conservar como un tesoro, los tiramos al mar, mientras nos
divertimos viendo como saltan sobre las olas.
¿Cuáles son algunos de esos
diamantes espirituales que deberíamos valorar para que luego no lloremos el
hecho de que se han ido para siempre?
I-
Nuestro cuerpo es sagrado, porque es templo de Espíritu Santo. Es un diamante que debemos valorar. Deberíamos vestirle adecuadamente, con pudor y modestia, como corresponde a los hijos de
Dios (1Timoteo 2:9-11), no exhibirlo ni degradarlo como si se tratará de una
simple piedra de mar. Alimentarlo con cosas sanas, respetando horarios de
comer, dándole su debido descanso, absteniéndonos de tóxicos y de stress y no
mal tratarlo en ningún sentido (1Corintios 3.16,17; 6:19,20).
II-
Nuestro prójimo es sagrado. Esta hecho a
imagen y semejanza de Dios. Dañarlo es dañarnos a nosotros mismos. Debemos
respetar su dignidad desde que es concebido hasta la muerte (Mateo 25:32-46).
III-
El matrimonio es algo sagrado. Es
comparado con la relación de Cristo y su iglesia (Efesios 5:25-33). Los hijos
son herencia de Jehová por lo tanto, algo igualmente sagrado (Salmos 127:3).
Debemos conservar ambos en la legalidad y sin mancilla (Hebreos 13:4).
IV-
La iglesia de Cristo es algo sagrado. No
es como cualquier institución creada por los hombres para su gloria y provecho.
Se trata del cuerpo de Cristo, planificada desde antes de la fundación del
mundo (Efesios 3:8-11) y comprada a precio de sangre del hijo santo de Dios
(Hechos 20:28). Su reputación y crecimiento deberían ser nuestra gran preocupación.
V-
Nuestra salvación en Cristo es algo sagrado.
Costó el sacrificio y hasta la vida de muchos hombres y mujeres de Dios (1Pedro
1:10-12). Costó la vida del Jesús (Hebreos 12:2). Deberíamos ocuparnos en ella
con temor y temblor (Filipenses 2.12) Y con temor y reverencia (Hebreos
12:28,29). ¡Cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande!
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