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miércoles, 30 de junio de 2010

PREGUNTA SOBRE EL GRAN MANDAMIENTO (Mateo 22:34-40; Marcos 12:28-34).

“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?.. Posiblemente esperaban que Jesús mencionara uno de los diez mandamientos, pero el maestro se refirió a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18 e hizo depender de estos dos mandamientos el cumplimientos de todos los demás.
El mandamiento de amar a Dios con todo el ser, es un reconocimiento a nuestro creador como autor de la vida y proveedor de todas nuestras necesidades. El mandamiento de amar al prójimo igual que a nosotros mismos es un reconocimiento de que todos los hombres están hechos a imagen de Dios, por tanto, amarlos a ellos es amar a Dios mismo (Romanos 13:8-10; Gàlatas 5:14; Santiago 2:8).

Es bueno señalar que Dios le da tanta importancia a lo que hacemos como a los motivos que nos mueven a hacerlo. Él quiere que nuestra obediencia esté motivada por un genuino amor hacia él (Gàlatas 5:6).

El maestro de la ley que había hecho la pregunta le gustó la respuesta y le dijo al maestro: “Muy bien, maestro. Es verdad lo que dices: Hay solo un Dios, y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios que se queman en el altar” (Marcos 12:32,33).

En esto el escriba tenía toda la razón, pues para Dios los sacrificios solo valen cuando van precedidos por la obediencia (Isaías 1:13-18; 1Samuel 15:22,23). De modo que Dios no desprecia los esfuerzos que hacemos para adorarle, congregarnos, predicar, visitar, etc. Pero es necesario hacer esto sin dejar de hacer lo otro (Mateo 23:23).

Viendo Jesús el buen juicio con que había respondido el maestro de la ley, le hizo un reconocimiento, que rara vez lo encontraremos en otro líder religioso de su tiempo. Le dijo: “No estás lejos del reino de Dios” (Marcos 12:34).

Claro que esto no era una declaración de salvación para el escriba, pero si era un reconocimiento de que se encaminaba por buenos senderos al entender lo que es más importante para Dios. Amar está por encima de los sacrificios. De hecho, ningún sacrificio sirve si no está motivado por un profundo y sincero amor a Dios y al prójimo.

Después de esto, nadie se atrevió a preguntarle nada más, pues sus respuestas habían sido muy contundentes, a pesar de que las preguntas perseguían probarle.








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