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miércoles, 27 de enero de 2010

EL DISCURSO SOBRE EL PAN DE VIDA (JUAN 6:22-71) (1 DE 2)



Al otro lado del mar, la gente había visto a los discípulos de Jesús salir en el único barco que zarpó de ése puerto ésa noche. Jesús se había quedado en tierra, pero ahora no aparecía. Fueron hasta Capernaúm, buscándolo, porque sabía que allí tenía su casa. Ellos no eran mas que una multitud curiosa de ver milagros y cosas materiales, pero que no comprometieran las tradiciones y creencias que ya tenían.

El maestro, una vez que es encontrado, ataca los motivos que mueven a la multitud a obrar y sacude sus conciencias con afirmaciones que contradecían las creencias comunes de ellos.

Evidentemente lo que buscaba era quitar de la gente la morbosidad de ver cosas, y despertarlos de su estado de negligencia hacia una fe activa y hacia un verdadero cambio en sus vidas. La gente se había dejado llevar tanto por la satisfacción de sus necesidades físicas inmediatas, que habían perdido de vista las grandes bendiciones que en lo espiritual Cristo podía darles. Habían quedado tan hartos, que lo único que se les ocurrió fue la idea materialista de hacer al maestro un rey, para que así alimentará a la multitud. Nunca se les ocurrió que Jesús quería que ellos vieran en él, al pan de vida que satisface las necesidades del alma.

La interesante conversación se inicia cuando ellos preguntan: “Rabí, ¿Cuándo llegaste acá?”.

El Señor sin perdida de tiempo los cuestiona sobre los motivos que hacen que ellos lo sigan, y les aconseja que no deben buscarlo por conseguir beneficios materiales.

Al mandarlos a trabajar, ellos pensaron que lo que Cristo proponía era guardar leyes, como Moisés lo había hecho siglos atrás. La respuesta de Jesús presenta un sistema totalmente diferente para alcanzar el favor de Dios. “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” v29

La aceptación de la persona de Cristo y sus enseñanzas, es el método por el cual se puede encontrar la vida eterna y la aceptación por parte de Dios.

En lugar del sistema que proponía la ley, el cual dependía enteramente del hombre (Gálatas 3:11,12), el sistema que propone Cristo depende de Cristo mismo (Romanos 5:15,18).

La multitud reaccionó demandando del maestro señales para que poder creer que él es la fuente de vida. Parece que los milagros que ellos acababan de ver no eran suficientes, pero en realidad lo que sucedía era que sus corazones estaban cargados de incredulidad. V.36

El maestro los puso a razonar llevándolos a una comparación con lo que pasó con sus antepasados en el desierto cuando Moisés los alimentó con el maná. ¿Podía Jesús efectuar un milagro igualmente convincente?. De seguro que si Moisés pudo alimentar a la gente con alimento caído del cielo, Jesús debía hacer lo mismo si deseaba tener un puesto de autoridad y respeto como el que se había ganado Moisés.

Para sorpresa de ellos, el Señor contradice la creencia popular de que Moisés los había alimentado en el desierto. “No os dio Moisés el pan del cielo”. El maestro quería decirles que el maná solo había satisfecho una necesidad física, y se había desvanecido cuando los israelitas entraron en Canaán (Josué 5:12). El verdadero maná (Pan del cielo) tendría un efecto duradero y no pasajero.

La gente responde a este alegato de Jesús pidiendo que siempre le dé de este pan. Es una petición paralela a la que hizo la mujer samaritana en el pozo de jacob: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15). Evidentemente se trata de dos peticiones sinceras, pero que no entendieron el verdadero significado de las palabras de Jesús, pues pensaron en él solamente como una fuente de resolver una necesidad material.

El Señor usa los milagros como un medio de demostrar que sus obrar son de Dios, pero no quiere que la gente lo busque por algún beneficio material que pueda recibir.

Aun hasta el día de hoy, muchos de los que dicen creer en Cristo no han entendido esta verdad y siguen predicando de un Cristo que primero sana y después salva. Reducen el papel del maestro al de un simple médico de enfermedades materiales y con este anzuelo atraen a mucha gente haciendo prodigios mentirosos (2Tesalonisenses 2:8-12).


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