Jesús fue de visita a Betania, a la
casa de Simón el leproso. La ley de Moisés era muy clara con respecto a los
leprosos y su asociación con otras personas (Levítico 13:45,46). Por eso
podemos deducir que Simón era un ex leproso que posiblemente habìa sido sanado
por Jesús. Allí le hacía una fiesta en su honor, lo cual era costumbre de los judíos
para personas especiales. Marta la hermana de Lázaro era la que servía a los
invitados (Evidentemente ese era su don). También Lázaro estaba sentado a la
mesa con Jesús y los demás invitados. Mientras comían, María la hermana de
Marta y Lázaro hizo una demostración de profundo amor hacia Jesús, al llevar un
perfume de nardo puro muy costoso y quebrar el frasco y derramarlo sobre la
cabeza de Jesús y sobre sus pies, y luego lo secó con sus cabellos. El nardo
era una espiga de un árbol de la India que producía una gran fragancia. Toda la casa se llenó del olor y al ver esto
Judas Iscariote protestó alegando que ese perfume pudo haberse vendido y dado a
los pobres. Judas obraba con mala fe, pues él era el tesorero del grupo, y
pensó que con este perfume pudo haber sacado un buen porcentaje de ganancias.
Fue precisamente esa manera avariciosa lo que lo llevó a entregar a Jesús por
30 piezas de plata. Jesús dice que no debían
estorbar a María porque ella lo estaba ungiendo para su sepultura.
De la observación de Judas podemos ver que
Jesús tenía la costumbre de ayudar materialmente a los pobres de su tesorería
(Lucas 8:1-3), aunque reconocía que eso no exterminaría la pobreza de la tierra
(Juan 12:8). Una lección importante para nosotros, que no podemos resolver
todos los problemas de todo el mundo, pero podemos hacer la diferencia en algunas
personas: En eso debemos enfocarnos.
Es bueno aclarar que está María no es
la mujer pecadora de la que habla Lucas 7:37-51 que también ungió los pies de
Jesús.
Interesante ver el contraste entre la personalidad de Judas
Iscariote y María la hermana de Lázaro.
Judas es la representación del egoísmo, mientras que María representa el
desprendimiento. María tuvo discernimiento del momento que se vivía, al darse
cuenta que a Jesús le quedaba poco tiempo de vida, mientras que Judas mostró
una falta de tacto casi increíble en un
hombre que se habìa pasado los últimos años de su vida al lado del
maestro. Estos dos personajes nos brindan la oportunidad de ver como la fe y la
incredulidad se van desarrollando. María se habìa transformado de una mujer
tímida que se sentaba a los pies de Jesús, en una devota seguidora del maestro,
dispuesta a hacer grandes sacrificios por él- La resurrección de su hermano
Lázaro había provocado que su fe y su agradecimiento llegaran a su máxima
expresión.
Por otra parte, la curiosidad inicial
de Judas se fue transformando en incredulidad activa, al darse cuenta que Jesús
no era la clase de Mesías que él esperaba, con el cual sus esperanzas de un
Israel libre serían realidad, y él
personalmente podría ocupar algún lugar de honor dentro del reinado del Cristo.
Este estado de expectativas
equivocadas de Judas se vio desmoronado cuando Jesús dijo que María lo ungía
para su sepultura. Posiblemente su razonamiento era que si Jesús no iba a
establecer un reino, sino que iba a morir, entonces él quedaría en la situación
de no ganar nada y perderlo todo. Fue tal vez por esto que su fe se desmoronó
repentinamente, al punto de convertirse en incredulidad degenerativa que termino por
vender a Jesús por 30 piezas de plata. Quizás pensó que era mejor ganar algo a
perderlo todo. Saltar del barco antes de que se hundiera, quedar con una
especie de liquidación económica por el tiempo “Perdido” que había pasado con
Jesús y también ganar el favor de los líderes judíos que buscaban matar a
Jesucristo y no sabían cómo hacerlo. Pero perder la fe nos lleva a perderlo todo,
incluso la vida.
¿Crees que Jesús merecía que una
libra de perfume de nardo puro de gran precio se derramará sobre Él para
ungirlo para su sepultura? ¿Estarías tú dispuesto a hacer grandes sacrificios
por el Señor para mostrarle tu devoción y amor?