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sábado, 18 de febrero de 2012

Reflexión para Hoy


Anteojos

Una vez, un hombre se dio cuenta que no veía bien, no sólo al querer leer, sino al caminar por la calle; las caras de las personas las veía borrosas, a veces, incluso se sentía mareado. Por este motivo decidió ir a un oculista.

El médico le recetó un par de anteojos, que por el aumento que tenían, eran bastante pesados. Al poco tiempo de usarlos, la nariz empezó a protestar.

--¡Eh, estos anteojos son muy pesados, me molestan! ¿Y por qué tengo que aguantarlos yo, si funciono bien?
Los ojos le respondieron:

--Ten paciencia, es que no vemos bien y dependemos de ti para que sostengas los lentes.

--No estoy de acuerdo, arréglenselas como puedan, a mí esto me molesta y no es mi culpa - volvió a protestar la nariz.

--¡No te quejes tanto, que nosotros también lo sostenemos y no armamos semejante lío! - gritaron las orejas, cansadas de escucharla.

Sin embargo, la nariz no hizo caso a las razones ni súplicas de los ojos, y disimuladamente comenzó a corcovear, se movía de abajo para arriba, de un costado al otro, hasta que se movió de tal manera que los anteojos se cayeron al piso.

Claro, en ese momento el buen hombre iba caminando y al caerse los anteojos, tropezó y cayó con todo su peso hacia delante… ¿sabes qué se rompió?

La nariz.

Como esta historia se han contado muchas y en muchas versiones: largas, cortas; con “personajes” inanimados, animales, individuos, en fin. Extraer el mensaje, moraleja o aplicación de la misma no es nada difícil, el problema siempre ha sido ponerlo en práctica.


1 Pedro 3:8-9
Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

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