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sábado, 8 de mayo de 2010

DISCURSO DE JESÚS A LOS JUDIOS QUE CREYERÓN (Juan 8:31-59).


Parece que no hubo una diferencia grande de tiempo entre el mensaje dirigido a toda la audiencia y en especial a los fariseos, y esta parte dirigida a los Judíos que habían creído en él a consecuencia de las palabras que acababa de pronunciar. Tampoco existe mucha diferencia en el tono del discurso, pues el maestro usa muchas frases sumamente duras, al parecer buscando fortalecer la fe superficial de los que creyeron.

“Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Vs. 31,32

Esta parte inicial del discurso de Jesús presenta 3 conceptos de capital importancia en la vida de toda persona: El conocimiento, la verdad y la libertad. Estos tres valiosos ingredientes están disponibles para toda persona que PERMANEZCA EN LA PALABRA DE CRISTO. O sea que es condicional la posesión de estos grandes bienes.
Los judíos se confundieron al escuchar estas palabras y le respondieron con su orgullo nacionalista diciendo que eran descendientes de Abraham y que jamás habían sido esclavos. Parece que a ellos se les había olvidado el tiempo que sus padres pasaron en Egipto, o más aún que en el momento que hablaban estaban bajo el dominio del imperio romano. Pero el maestro no les hablaba de una esclavitud material o humana, sino espiritual. Ahora con la respuesta que dieron se puede ver que la fe de ellos no era muy fuerte, pues respondieron con cierta indignación y hasta orgullo, y la fe verdadera hace al creyente humilde y lo lleva a considerar con respeto lo que le dice Jesús y a aceptar sus faltas. Ellos en cambio se mostraban orgullosos de su ascendencia y no reconocían haber sido esclavos, aunque fueron oprimidos muchas veces en el período de los jueces, llevados cautivos a babilonia y sujetos bajo el yugo romano. Pero al igual que el pecador orgulloso que no admite su pecado, antes dice no tener nada de que arrepentirse, así mismos los judíos se sentían muy seguros de sí mismos y en cierto modo rechazaban a Cristo, en el entendido de que no lo necesitaban. El orgullo siempre se hace el ciego ante la verdad y en este caso no les dejaba ver sus carencias.

Sin embargo Él les hablaba de otra clase de esclavitud, mucho más peligrosa y mortal que es la esclavitud espiritual que crea el pecado. “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. V.34. Aquí el maestro habla de algo mucho más profundo que de un simple acto aislado como es el de decir una mentira o mirar una mujer para codiciarla. Más bien Él se refiere a una actitud, a una forma de vida. El pecado no consiste en una serie de ofensas individuales, las cuales pueden tratarse por separado y ser perdonadas separadamente y sin ninguna relación una con la otra. Es más parecido a una enfermedad donde cada síntoma es la prueba de que hay un virus en el cuerpo que esta operando. Por eso el maestro habla de una esclavitud, de una forma de vida y no de un simple acto aislado que no trae mayores consecuencias.

Ahora Jesús se presenta a sí mismo como la única esperanza que ellos tenían de escapar de esa esclavitud, pues como Hijo sobre su casa tiene autoridad para declarar libre a cualquier esclavo que deseé. En lugar de los judíos estar de pretenciosos por ser descendientes de Abraham, debían más bien ser humildes y reconocer que sin Cristo no tenían más opción que la de perecer en sus pecados.

Otro punto presentado por Cristo en su conversación con ellos es que si en verdad eran descendientes de Abraham deberían tener la misma herencia espiritual que exhibió su padre, el cual fue escogido por Dios, no porque su raza fuera mejor de las demás, sino por su fe genuina que lo movió a obedecer al Señor a lo largo de su vida. Por eso el Señor los aproxima más a su otro padre al cual ellos no aceptaban de labios, pero sus obras indicaban que eran sus descendientes. Ese padre es Satanás. El odio criminal que los judíos sentían por Jesús y las mentiras que sostenían que no habían sido esclavos de nadie, los acercaba mucho más a su padre el diablo que a su otro padre: Abraham.

El Señor Jesús presenta el principio de que los hijos imitan a los padres y por eso si ellos imitan las obras del diablo esta es la mejor prueba de que no son hijos de Dios. Los hijos de Dios imitan a Dios (Efesios 6:1,2; Mateo 5:48), mientras que los hijos del diablo imitan al diablo (Juan 8:42-44).

La demostración mayor de que Jesús era hijo de Dios lo constituía su comportamiento. Ninguno de ellos podía demostrarle que había cometido algún pecado, es decir, que el Señor era perfecto como su padre (1Pedro 2:21-24). Pilato, que tenía fama de ser un juez severo, no pudo encontrar en él algo de que acusarle (Lucas 23:4). El maestro siempre hablaba la verdad porque la verdad procede solo de Dios, y aun así ellos no le creían. Esto demostraba que sus corazones no pertenecían a Dios, sino a su otro padre. ”El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; pero como ustedes no son de Dios, no quieren escuchar”. V47 (véase también 1Juan 4:1,6).

En lugar de aceptar las palabras de Cristo que eran la verdad, ellos prefirieron burlarse de él y acusarlo de estar poseído por demonios. Por una parte afirmaban que Dios era su Padre (v.41), pero en sus corazones reinaba el homicida (v.40). Por un lado decían amar al Padre y por el otro menospreciaban al que el Padre envió (v.42). Por un lado decían vivir en la verdad y por el otro rechazaban al que le hablaba la verdad (v.46) y le deshonraban (v.49). Evidentemente no solo no eran hijos de Dios, sino que ni siquiera le conocían (v.55).

Otro punto que trajo discordia entre Jesús y los Judíos fue la forma que Jesús enfocaba el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham. El pueblo Judío se mantenía a la expectativa de la llegada de la simiente (El descendiente) de Abraham. Este había salido de la tierra de Ur de los Caldeos, y se había separado de las religiones paganas para ir a una tierra que Dios le mostraría con la promesa de hacer de él una gran nación (Génesis 12:1-3). Hebreos 11:17-19 dice que Abraham tenía la fe que a través de Isaac se cumpliría la promesa de levantar de sus lomos una gran nación, “ Pensando que Dios es poderoso para levantar(Descendencia) aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (véase también el v. 12). El versículo 10 dice que Abraham salió detrás de una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios y no simplemente detrás de una tierra material. El verso 13 dice que murió sin haber recibido lo prometido, pero que su visión profética le permitió verlo de lejos y saludarlo. Ahora Jesús dice que Abraham se gozo de que había de ver su día y lo vio (Juan 8:56).

Como siempre las palabras de Cristo fueron entendidas por ellos en sentido material y le respondieron que como era posible que él hubiera vista a Abraham si no tenía siquiera 50 años de edad y ya hacía casi 2000 años que Abraham había dejado de existir. La respuesta del maestro suena extraña a sus oídos: “Antes que Abraham fuese, YO SOY” v.58.
En sentido gramatical, las palabras de Jesús son incorrectas. Podría decirse por ejemplo, “Antes que Pedro fuese, Yo era”, pero no YO SOY. En un uso atemporal del verso SER, que solo Jesús puede usar y a la vez ser correcto

Atemporal significa que traspasa las barreras del tiempo (Pasado, presente y futuro), para convertirse en algo que existe desde siempre y para siempre (Miqueas 5:2).
El verbo –FUESE- se refiere a un hecho definido y consumado. Es decir, que Abraham existió durante un tiempo en la tierra, y luego dejó de existir, pero verbo –SOY- que esta en presente, contratado en el verbo –FUESE- en pasado, indica que Jesús en un ser atemporal. Nunca hubo un tiempo en el que el Hijo de Dios no existiera. Por esto, sea en pasado, en presente o en futuro, Jesús siempre puede decir YO SOY.

La frase YO SOY es una afirmación de su existencia absoluta a través del tiempo, y no solo de una mera identidad personal. “ Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a ustedes” (Exodo 3:14). Cuando los Judíos escucharon estas palabras en labios de Jesús entendieron que estaba afirmando su procedencia de Dios (Su divinidad) y para ellos esto era una blasfemia. Como resultado, tomaron piedras para matarlo, pero no era todavía la hora de Jesús, porque después de esconderse en el templo, paso por medio de ellos y se fue.

Este capítulo 8 de Juan es uno cargado de mucha hostilidad. Todo comienza con la trampa que le tienden a Cristo al llevarle la mujer adultera para ver si lo podían acusar de entrar en contradicción con la ley de Moisés. Luego Jesús afirma ser la luz del mundo y ellos le acusan de que su testimonio no es verdadero. Luego siguió la insinuación cuando le preguntaron a Cristo que donde estaba su Padre. Para un oriental y para cualquier ser humano, el cuestionar la paternidad de una persona es uno de los peores insultos que puede darse. Es posible que el cuestionamiento buscara sacar a luz el misterio que envolvió el nacimiento de Jesús. Sin embargo, poco después se ofenden cuando Jesús pone en duda que ellos sean hijos de Abraham y dicen: “Nosotros no somos nacidos de fornicación; un Padre tenemos, que es Dios”.
A partir de aquí las palabras de Jesús fueron sumamente duras al declararles la verdad sobre la condición espiritual en que se encontraban: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre quieren hacer...” V.44 Ellos por su parte le acusaron de ser Samaritano, es decir, de ser de una procedencia dudosa y no un descendiente puro de Abraham. También le acusaron de tener demonios, lo cual no era nada nuevo, pues ya lo habían hecho en otras oportunidades (Juan 7:20; 10:20). La acusación de tener demonios era la salida más rápida que ellos encontraban cuando no podían responder a las palabras de Jesús. Constituyen un equivalente de llamarlo loco.

Finalmente, cuando Jesús se declaró superior a Abraham ellos le respondieron diciendo que quién se había creído que era, y luego tomaron piedras para matarlo. La violencia siempre es el último recurso de los derrotados, los cuales toman piedras para ponerlas en el lugar de la razón.
Podemos ver como una fe superficial se puede convertir en una incredulidad activa que lleve incluso a la violencia (Véase el caso de Israel en el desierto en Número 14:1-10).

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