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jueves, 28 de enero de 2010

EL DISCURSO SOBRE EL PAN DE VIDA (JUAN 6:22-71) (2 DE 2)



Muchos en la multitud continuaban en su incredulidad cuando oyeron que Jesús se auto nombra como el pan del cielo. “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?.v.42
La respuesta del maestro indica que el padre es quien a establecido el método que él ahora predica y enseña; por lo tanto, su doctrina no es suya, sino del que le envió. (Nótese las palabras siguientes: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. V38. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. V.44.).
La enseñanza de Jesús es simplemente que los métodos (No las personas) han sido predeterminados por Dios y el que deseé salvarse debe aceptar esos términos.

Jesús se da cuenta de sus murmuraciones y responde con energía a sus inquietudes.
Las preguntas de ellos van a dos puntos básicos: (1) El Origen de Jesús (2) El significado de lo que quiso decir cuando habló de la necesidad de comerse su carne.
No era fácil para ellos aceptar a Cristo como el pan caído del cielo, cuando ellos conocían sus antecedentes familiares. Para todos él no era mas que el hijo de José y María. ¿Por qué, pues, una persona de un origen tan ordinario se atribuía cualidades tan extraordinarias?.
La respuesta de Jesús a la murmuración señala la ignorancia que los Judíos tenían, pues no habían sido enseñados por el Padre, como dijo el profeta (Isaías 54:13), y por tanto, no se acercaban a él.

Cuando el maestro habla de comer su carne y beber su sangre, usa comparaciones y símbolos. Hay una enseñanza que nos indica que al recordar la muerte de Cristo comemos de su cuerpo y bebemos de su sangre representados en el pan sin levadura y el jugo de uva. Pero lo que realmente enseñan las palabras de Cristo es que debemos creer en sus doctrinas, confiar en su muerte por nuestros pecados, en la cual su cuerpo fue crucificado y su sangre derramada. El que en verdad cree esto acerca de Jesucristo, está comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre.
Cierto es que la cena del Señor nos recuerda que debemos comer su cuerpo y beber su sangre, pero en realidad a los que el maestro se refiere es a una comida para el espíritu y no para la carne (vea los versos 58 y 63). Ellos como siempre entendieron sus afirmaciones en términos carnales (verso 52). De hecho el maestro les habla en un lenguaje duro y disfrazado, quizás por la misma razón que les hablaba en parábolas (Mateo 13:13), ya que él sabía de ante mano quienes eran los que creían y quienes no, independientemente del lenguaje que usara para explicarles las cosas (verso 64).
Los discípulos llamaron “Duras” a estas palabras V.60 y algunos de los que antes le seguían por donde quiera que iba, ahora se apartaban V.66. Queda claramente evidenciado que no todos tenían una conciencia clara de lo que significaba seguir a Cristo, y cuando el maestro se molestó con ellos porque solo le buscaban por curiosidad y por recibir favores materiales, entonces sus palabras comenzaron a sonar duras e indignantes. Tanto así, que se vio precisado a darles la opción de irse aún a sus 12 apóstoles. “Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios” Vs.68,69

Quiera Dios que aún cuando entendamos que las palabras de Cristo suenan duras a nuestra carne que no se quiere someter, de todas formas reconozcamos que no tenemos otro a donde ir, pues nadie puede darnos las maravillosas cosas que en Cristo encontramos.

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